Reflexiones sobre la segunda residencia: ¿racionalidad vs emoción? ¿tiene sentido para ti?

¿Tiene sentido para ti una segunda residencia? ¿Es un lujo disponible solo para los más adinerados?
Es lo que miramos de responder de una forma racional y emocional a través de este artículo.

«Viajar y cambiar de lugar da nuevo vigor a la mente.»
Séneca

Como Doctor Jekyll y Mister Hyde.

Así me sentí hace unos años.

A veces hay que admitir que uno cambia de opinión. Es lo que me ha ocurrido al respecto de la segunda residencia.

Pronto hará 6 años que escribí un artículo en el que compartí porque gracias a no comprarnos una segunda residencia pudimos invertir en 4 viviendas de alquiler.

Así que si quieres buscar razones por las que NO comprar una segunda residencia éste es tu artículo:

Por otro lado, dos años más tarde escribía un nuevo artículo en el que anunciaba a bombo y platillo «la buena decisión» de comprarnos y disfrutar de una segunda residencia.

Así que si buscas razones por las que SÍ comprar una segunda residencia éste es tu artículo:

¿En qué quedamos entonces?

¿Buena o mala decisión?

Ambos artículos tuvieron muy buena acogida y por ello, ahora que llega el buen tiempo, me apetecía poner encima de la mesa este debate añadiendo una historia en qué las emociones y la razón se mezclan.

Te presento la historia de Mireia y los motivos que la impulsaron a luchar por conseguir una segunda residencia.

Así que si estás hecho un lío y no sabes si quieres comprar o no una segunda residencia o si puedes permitírtelo quizás la historia de Mireia pueda ayudarte:

Allá vamos.

Una historia que mezcla emoción y raciocinio: Mireia quiere que sus inquilinos paguen sus vacaciones el resto de su vida

Quizá porque la memoria a menudo se encarga de embellecer el pasado, o tal vez porque Mireia extraña profundamente a su madre, quien se fue al cielo cuando ella apenas había cumplido los veinte años. Con una mezcla de ternura y melancolía, evoca los veranos en Calpe junto con sus padres y hermanos.

Días interminables, paseos por la playa, el sabor inconfundible de la sal en los labios, las amigas que hizo y que aún conserva, aquellos veranos que parecían durar eternamente.

Anhela poder revivir de alguna manera esos momentos que atesora en su memoria. Sabe que sería diferente y, sin embargo, semejante al mismo tiempo. Pero los años transcurren, y ella sigue sin atreverse a dar el paso. La nostalgia la envuelve, recordándole lo que fue y lo que podría volver a ser, mientras el tiempo, implacable, continúa su marcha.

Mireia vive con Jorge, su marido, y su pequeña hija Amalia en la luminosa ciudad de Alicante. A tan solo 65 kilómetros de su hogar, se encuentra Calpe, en la Costa Blanca. Las playas de Calpe, con su arena fina, que acaricia suavemente los dedos de los pies, son el escenario de gratos recuerdos para Mireia. Su rincón predilecto siempre ha sido la playa del Arenal-Bol, donde sus padres poseían un apartamento, hasta que la enfermedad de su madre les obligó a venderlo. Este barrio, frente a una de las principales playas de la ciudad, ofrece fácil acceso a restaurantes, tiendas y una gama infinita de actividades de ocio.

Amalia, con sus cuatro años recién cumplidos, es una niña risueña y feliz. Tiene lo más esencial para un niño: unos padres que la adoran y que también se aman profundamente entre ellos. Mireia y Jorge son felices, siempre viendo el lado luminoso de la vida, bendecidos con ese premio genético que les anima a mantenerse optimistas.

Jorge trabaja como controller financiero en una pequeña empresa de calzado ubicada en Elche. La empresa, a pesar de la feroz competencia china, ha logrado sobrevivir durante cuatro décadas. Siempre parece estar al borde de la crisis, pero siempre encuentran la forma de mantenerse a flote sin perder dinero ni endeudarse. Son pocos, pero trabajan con ahínco. La propiedad y los empleados forman un equipo muy unido, manteniendo viva una tradición de esfuerzo y camaradería.

En este entorno, Mireia añora aquellos veranos en Calpe, deseando de alguna manera revivirlos, aunque sabe que nunca será exactamente igual. Mientras tanto, sigue disfrutando del presente, rodeada de amor y momentos felices junto a su familia.

Mireia, por otro lado, es profesora de primaria. Sudó para sacarse las oposiciones y, a pesar de la falta de recursos de su escuela, disfruta de unos de los retos más difíciles y bonitos que existen: formar y educar a jóvenes seres humanos.

Viven muy confortablemente. Juntando ambos salarios tienen unos ingresos superiores a los 3.000 euros netos mensuales. Sin demasiado esfuerzo por su parte y sin privarse de nada (son de gustos sencillos), son capaces de ahorrar más de un 20 % de sus ingresos.

Mireia y Jorge se conocieron en un castillo en un viaje a Edimburgo. Eran los únicos que hacían preguntas de cierto nivel a los guías en tiempos previos a ChatGPT. Les apasiona la historia y, por ello, desde que se conocieron, aprovechan todos los veranos para conocer en profundidad una gran capital europea o alguna región que les aporte una nueva pieza del infinito puzle que forma la historia europea.

Para facilitar sus aventuras, recurren a la plataforma Home Exchange, ofreciendo su hogar a otros viajeros y, a cambio, disfrutando de estadías prolongadas en diversas ciudades durante el mes de agosto, todo sin apenas gastar dinero. Han masterizado el arte de los vuelos low cost desde Alicante, lo que les ha permitido, en más de siete años, sumergirse en un abanico de culturas y países.

Ni siquiera la llegada de Amalia alteró significativamente sus planes. Exceptuando el primer año, cuando la presión familiar los mantuvo en Alicante, han continuado invirtiendo todo el mes de agosto en descubrir nuevos mundos y enriquecer su ya vasta experiencia de viaje.

Mireia observaba, maravillada, cómo la imaginación de Amalia florecía sin descanso, expandiéndose más allá de los límites que cualquier adulto pudiera concebir. Cada día, su hija le hablaba de criaturas fantásticas: pulpos gigantes que habitaban en lo más profundo del mar y estrellas traviesas que, cansadas del cielo, se escondían bajo la tierra, aguardando su momento para volver a brillar. La energía de Amalia era inagotable, como si el mundo no pudiera contener todas sus ganas de descubrir. Saltar a la pata coja, con una sonrisa infinita en el rostro, se había convertido en su pasatiempo preferido, una danza que expresaba la libertad de la infancia.

Mireia la contemplaba crecer, sus pasos ligeros y su risa resonando como eco de días soleados. Inevitablemente, su mente volvía a Calpe. ¡Cuántos recuerdos! El mar azul, las rocas doradas, el viento suave en la piel. Cada imagen parecía encajar perfectamente en el presente, como si Calpe fuera el escenario ideal para la imaginación de Amalia. Mireia no podía evitar fantasear con el tiempo que pasarían allí, todos juntos, sumergidos en aquella magia costera que prometía felicidad eterna.

La imaginación de Mireia no paraba de «inventarse» imágenes en su cabeza. Fuente: Unsplash

El deseo de volver crecía en su interior al mismo ritmo que Amalia iba perdiendo sus dientes de leche, esos pequeños tesoros que guardaba con devoción, símbolos de una niñez que se desvanecía, pero que aún mantenía intacto el asombro. Mientras su hija acumulaba esas pequeñas piezas de infancia, Mireia acumulaba sueños, esperando que, pronto, el futuro los llevara de vuelta a Calpe, donde el cielo, el mar y las estrellas se confundirían con las historias de Amalia.

Una tarde, tras volver del trabajo, Mireia se sentó frente a Jorge con una mirada decidida. Las palabras habían estado madurando en su interior, pero ahora, por fin, las sentía listas para salir:

—He tomado una decisión —dijo con voz firme, pero cargada de emoción. Jorge levantó la vista, expectante—. Quiero que Amalia pueda vivir algo similar a lo que yo viví hace más de treinta años, cuando era niña. Quiero verla correr por la playa, con los pies descalzos y el cuerpo cubierto de arena, igual que hice yo. Quiero que salte entre las olas, que ría bajo el sol, que se llene de sal y viento.

Mireia sonrió, como si ya pudiera ver las imágenes frente a sus ojos.

—Quiero que tenga amigas allá, como las tuve yo, que comparta secretos en la orilla y construya castillos en la arena. Quiero que, quizá, descubra su primer amor, como me pasó a mí. Estamos a tiempo, Jorge.

Se quedó en silencio unos segundos, dejando que esas palabras flotaran en el aire. Luego, con una convicción aún más profunda, añadió:

—Quiero que Amalia ame esa tierra, esas costas, tal y como yo las amo. Que se sienta parte de ese lugar, que lo lleve siempre consigo, como una segunda piel. —Mireia lo miró, en sus ojos había una mezcla de urgencia y esperanza—. Y quiero hacerlo ahora. No quiero esperar más. No quiero que llegue el día en que sea demasiado tarde, cuando la vida ya no nos deje volver atrás.

Jorge la observaba en silencio, y, en ese instante, supo que ese deseo que había crecido dentro de Mireia no era solo nostalgia, sino la promesa de un futuro que ambos querían regalarle a su hija. Un futuro lleno de sol, de mar y de recuerdos eternos.

Mireia no paraba de hablar, las palabras fluyendo como un río desbordado. Jorge, siempre paciente, la miraba con esa mezcla de ternura y comprensión que solo él sabía ofrecerle. Mientras ella seguía, con su entusiasmo característico, desgranando razones y reflexiones, Jorge la escuchaba con una sonrisa serena en los labios.

—He leído mucho, Jorge. He consultado mil fuentes. ¡No tiene sentido! Todos los blogs, sean famosos o no, dicen lo mismo: una segunda residencia no tiene sentido económico. Y lo repiten hasta la saciedad. —Mireia hizo una pausa breve, como buscando confirmación en sus propios pensamientos—. Hay un podcaster que me encanta, y él lo dice también. Pero claro, él no tiene hijos ¿Cómo va a saber lo que siente una madre cuando ve la cara de su hija después de haber construido un castillo de arena?

Con una risa suave, Mireia volvió a evocarlo: las risas de Amalia, el olor a sal en el aire, el sol tiñendo sus pieles de verano.

—Jorge, ¿te acuerdas de lo bien que lo hemos pasado cada vez que hemos alquilado un apartamento en Calpe? Fines de semana enteros viendo a Amalia correr por la orilla. Y, aun así nunca es lo mismo cuando no es tu propia casa.

Jorge la observaba, perdido en su energía contagiosa. La bondad, la pasión con la que Mireia hablaba, hacían que se enamorara de nuevo de ella en cada palabra. Sabía que cuando a Mireia se le metía algo en la cabeza, no descansaba hasta hacerlo realidad. Era una fuerza de la naturaleza, echá pa’lante, como le gustaba decir. Y esa determinación, lejos de intimidarlo, lo llenaba de admiración.

Después de lo que pareció una conversación inacabable, con ideas entrelazándose, preguntas lanzadas al aire y sueños compartidos, Jorge finalmente decidió intervenir.

—Mireia, yo también lo he pensado. —Ella lo miró sorprendida—. No me había atrevido a decirlo, pero yo también he estado dándole vueltas.

Su tono era pausado, propio de alguien que mide cada palabra. Jorge, siempre más conservador en sus decisiones, había llegado a una conclusión diferente, pero no menos interesante.

—Pensaba que podríamos invertir en un apartamento, sí pero hacerlo de forma que tenga sentido. Podríamos alquilarlo durante los meses de mayor demanda, y así prácticamente se pagaría solo. Al final, el apartamento nos saldría gratis. —Mireia escuchaba atentamente, sus ojos brillaban. Jorge continuó, ahora con una leve sonrisa, como si acabara de resolver un complicado rompecabezas—. Y de esta manera, podríamos seguir viajando en agosto, como siempre hemos hecho. Esos viajes que tanto nos apasionan, que nos llenan de historias, de experiencias que discutimos el resto del año.

Mireia lo miró, con esa mezcla de amor y sorpresa que solo se da en los momentos de verdadera conexión. Jorge había entendido su deseo, pero, como siempre, había encontrado una manera de equilibrarlo con su visión más práctica. Y, entonces, supo que, juntos, encontrarían la forma de hacer realidad ese sueño sin renunciar a todo lo que habían construido.

Jorge miró a Mireia con esa calma que siempre lo caracterizaba, dispuesto a exponerle su plan con la claridad habitual en él. Sabía que lo que estaba a punto de decir cambiaría su conversación.

—Mira, si compramos un apartamento pequeñito en una buena zona, algo con dos habitaciones por unos 120.000 euros, y lo arreglamos con gusto, podríamos alquilarlo durante la temporada alta: julio, agosto y septiembre. Incluso podríamos considerar alquilarlo en Semana Santa. —Hizo una pausa breve, para medir la reacción de Mireia, y luego continuó—. Los ingresos de esos meses cubrirían prácticamente el cien por cien del coste de la vivienda. ¿Te imaginas? Tendríamos el apartamento nueve o diez meses al año solo para nosotros. Y la verdad, por allí se está mucho mejor fuera de temporada. Menos gente, más tranquilidad y el clima sigue siendo increíblemente bueno, soleado. Podríamos disfrutar de ese lugar sin las multitudes.

Mireia, con los ojos brillantes de emoción, no podía creer lo que escuchaba. Era como si de pronto ese sueño compartido cobrara vida ante sus ojos, tangible y alcanzable.

Jorge sonrió, sabiendo que había llegado el momento de demostrar lo que mejor sabía hacer.

—Te lo explico con números, amor. Así lo vemos claro.

Y a continuación te muestro la oportunidad inmobiliaria que Jorge compartió con Mireia.

Inversión: apartamento en Calpe, Costa Blanca, Levante:


• Características de la vivienda:

– Superficie: 75 m2

– Número de habitaciones: 2

– Baños: 1

– Estado en el momento de adquirirse: en buen estado, equipado para alquiler vacacional

Coste de adquisición (impuestos y gastos incluidos): 115.000 €

Coste de adecuación (mobiliario, equipamiento vaca- cional): 5.000 €

– Coste total de inversión: 120.000 €

• Ingresos y rentabilidad:

– Ingreso mensual por alquiler en temporada alta (julio y agosto): 2.000 € por mes

– Ingreso mensual por alquiler en septiembre: 1.500 €

– Ingreso por alquiler durante Semana Santa: 1.200 €

– Ingreso anual total por alquiler (julio, agosto, septiembre y Semana Santa): 6.700 €

– Gastos anuales (comunidad, IBI, seguros, mantenimien- to): 1.500 €

– Ingreso neto anual: 5.200 €
– Monto financiado (80 %): 96.000 €

– Aporte del inversor (20 %): 24.000 €
Cuota hipotecaria mensual: aproximadamente 480 € (5.760 € anuales)
– Ingreso neto anual (antes de la hipoteca): 5.200 €

Flujo de caja anual:


– Ingreso neto anual: 5.200 €
– Menos cuota hipotecaria anual: –5.760 € 

Flujo de caja anual: –560 € (negativo)

Después de revisar los números con detenimiento, Mireia no podía creer lo que veía. Con solo aportar 24.000 euros de su bolsillo —una cantidad que tenían más que disponible gracias a su vida austera y organizada—, podrían tener un apartamento como el que recordaba de su infancia, y disfrutar de él durante casi nueve meses al año por apenas 50 euros al mes. El flujo de caja anual, aunque ligeramente negativo, apenas alcanzaba los –560 euros. Pero, ¿no era eso magia?

Mireia y Jorge no perdieron tiempo. Estaban decididos. Y, conociendo la zona de Calpe como la conocía Mireia, no tardaron en encontrar un apartamento que cumplía con todas las condiciones. Era pequeño, encantador y estaba en una ubicación perfecta. Después de un rápido lavado de cara y de ponerle el toque personal en la decoración —mezcla de buen gusto y cariño—, comenzaron a alquilarlo. Utilizaron distintas plataformas, pero también aprovecharon su red de conocidos, amigos y familiares. El apartamento se alquilaba con facilidad a 500 euros semanales durante la temporada alta.

Con el tiempo, la cosa mejoró aún más. Un inquilino habitual se lo quedaban todo el mes de julio y otro hacía lo propio en agosto. Todo se volvía más cómodo y eficiente, sin la preocupación de buscar nuevos arrendatarios cada semana en temporada alta.

Y mientras tanto, Amalia crecía, pasando fin de semana tras fin de semana en ese lugar que pronto se convertiría en su refugio, un rincón donde la brisa marina y las olas del Mediterráneo se entrelazaban con los recuerdos de su infancia. El apartamento de Calpe se volvía el escenario de muchos momentos felices, entre risas, juegos y algún que otro castillo de arena.

Los años pasaron, y un día, cuando Amalia celebraba su mayoría de edad, sucedió algo que marcaría un nuevo capítulo en la historia de la familia. Mientras jugaba al minigolf con un grupo de amigas en uno de esos fines de semana de escapada, conoció a Guillermo. Pero esa, como bien te puedes imaginar, ya es otra historia.


La historia de Mireia es una de las seis historias que mezclan emociones y razón y que sirven para inspirarte y que aparecen en el capítulo 6 del libro Tu Primer Piso.


Una última consideración importante: Los seres humanos acostumbramos a estar contentos con nuestra situación (el sesgo de confirmación)

Ayer publiqué en mi canal de Telegram una encuesta con resultados más que interesantes.

2 grandes conclusiones :

1.- La mayoría de los que no tienen segunda residencia afirman que no tiene sentido.

2.- El porcentaje de los que tienen segunda residencia que se arrepienten es bajísimo.

¡La naturaleza humana está llena de contradicciones!

Los comentarios de la encuesta dan información cualitativa interesante que quizá pueda ayudar a los más indecisos.


Imagen que encabeza el artículo: La playa es un regalo de Dios.

Segunda residencia: ¿sí o no?

Solo tu historia y tu situación puede dar respuesta a esta difícil pregunta.


¿Tienes segunda residencia? ¿Por qué? ¿Nos lo cuentas en los comentarios? Me gustaría saber lo que opinas al respecto. Seguro que puede ayudar a otros lectores que tienen dudas respecto a esta difícil decisión.

6 comentarios en «Reflexiones sobre la segunda residencia: ¿racionalidad vs emoción? ¿tiene sentido para ti?»

  1. Ante todo enhorabuena por el relato, no sólo divulgas bien sobre inversiones inmobiliarias sino que la novela se te da muy bien también jeje. La decisión que ha tomado Mireia seguramente resultaba mucho más sencilla hace 3 o 4 años, pues los precios se han incrementado muchísimo y cada vez cuesta más dar el paso, aunque parece ser que las perspectivas no son como 2007 y al menos los próximos 4-5 años van a seguir subiendo..con el corazón la decisión es sencilla, con la razón cuesta algo más. Enhorabuena de nuevo por el artículo

    1. Gracias Mario!
      Me alegro que te haya aportado el relato 🙂
      Los precios han subido sin duda. Pero cuando inviertes a décadas vista una subida de algunas decenas de miles de euros puede no ser relevante. Repito, si inviertes a décadas vista.
      Saludos!

  2. Desde que Alberto se hizo novelista y vende…libros no hay quien lo aguante, de todas formas vale la pena seguirlo, los consejos de sus primeros años son oro puro.

    Me gustaría compartir una dosis de realidad para contrarrestar este bucólico relato. Pues yo tomé una decisión similar hace un par de años.

    La misma situación que esta historia, propuse a mi mujer comprar una segunda residencia en la costa para escapar de la ciudad y que mi familia, que vive lejos, pudiera pasar temporadas cerca nuestra «juntos pero no revueltos». Y también, para que no supusiera un pozo sin fondo de gastos, alquilarla en temporada alta.

    Aquí es donde empiezan las diferencias entre el excel y la realidad.

    Como la propiedad tiene un uso mixto (inversión y uso vacacional) a la rentabilidad le tienes que añadir tus requerimientos personales. En mi caso:

    * Que fuera accesible (ascensor) y cerca de un supermercado para que mis padres se pudieran defender sin problemas (todos nos hacemos mayores)
    * Que tuviera una terraza amplia donde poder comer la familia y/o amigos.
    * Una habitación o trastero donde se pudieran dejar las cosas como aconseja Alberto aquí (https://www.inversordirectivo.com/segunda-residencia/)

    No sabéis la rentabilidad que resta estos simples puntos. Apareció un ático que cumplía condiciones y a un precio realista y allá que nos fuimos.

    Os pongo ejemplos de la cara menos bonita del uso compartido de la segunda residencia:

    * Mobbing de la comunidad de vecinos: Nadie quiere pisos turísticos en su edificio y en toda comunidad de vecinos hay jubilados que prácticamente viven ahí con tiempo libre para organizar a la comunidad en contra de los que los tienen. Como tú también haces uso del piso, tienes que soportar esas «malas caras y quejas» en las zonas comunes y reuniones de vecinos sabiendo que van a por ti a la minima irregularidad. Y todo se complica cuando algún inquilino hace algo que no debe, la lista de normas que tengo va creciendo con el tiempo con casos que no contemplas en un principio. Por ejemplo, ahora tengo q avisar que las terrazas privadas de los bajos son privadas.

    * Mantenimiento: No eres un profesional del AirBnb con decenas de contactos (fontaneros, electricistas, …) en tu nuevo pueblo en la costa. También es muy difícil de delegarlo completamente en un tercero, como haces uso del piso quieres revisar que las reparaciones sean de calidad y bien rematadas. Además, Todo tiene que estar perfecto para cuando llegue el inquilino. Ejemplo: Un domingo tuve que irme al piso a arreglar una persiana que no cerraba o gestiones urgentes para comprar una lavadora porque la que había rompió al principio de una estancia de 15 días. Eso supone una perdida de foco y un estrés adicional a tu trabajo/negocio habitual (que es el que realmente te trae el dinero a casa)

    * Rentabilidad: A pesar de que el piso tiene una demanda impresionante, a día de hoy me habría resultado mucho más beneficioso invertir ese dinero inmovilizado en fondos indexados e irme de vacaciones con mi familia con parte de las ganancias. Los pisos mas rentables no serán lo suficientemente buenos para ti y te irás a opciones con rentabilidades intermedias.

    * «Conexión con el lugar»: Como pusimos la rentabilidad en la lista de requisitos, acabamos comprando en un pueblo en el que mejor calidad/precio objetivamente había pero en el que no teníamos un sentimiento de pertenencia en lugar de otros pueblos más caros (menos rentables) donde sí habíamos pasado temporadas o teníamos amigos.

    A día de hoy, mi consejo: «Donde tengas la olla no metas la p…»

    Mi opinion tras estos años es que si quieres invertir en alquiler vacacional (hay mucha demanda de alquiler) plantéatelo como un negocio y no mezcles cosas pues te quedarás a medio camino de todo.

    * Si haces números verás que el esfuerzo no merece la pena
    * Si lo ves como tu segunda residencia cada vez te molesta más que otras personas toquen tus cosas o ves que poniendo algo más de dinero podías estar en una zona más «chic».

    En mi caso, me va bien la vida así que acabaré por comprar una segunda residencia puramente para mí en un pueblo que tenga conexión emocional y dedicar esta a tiempo completo a inversión o venderla si veo que los números no dan.

    Saludos.

    1. Wow Álvaro!

      Tu comentario sin duda es muy potente…
      La primera frase me encanta. Es mi preferida 😉

      Gracias por compartir la cara menos amable. Sin duda a tener muy en cuenta!
      Saludos!

  3. No le veo mucho sentido al planteamiento en este caso.
    Si me compro una segunda residencia en la playa y quiero que mi hija la disfrute y corra por la playa llena de arena y se bañe en el mar… no podrías alquilarla en la época en la que se hace eso, que es el verano. Al menos no por completo.

    Para ir en invierno creo que elegiría otro sitio, pero bueno, allá cada cual.

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